Restos del tramo de acueducto, en abril pasado, cuando salieron a la luz. AEP
Si las previsiones se cumplen, en unos dos meses los ciudadanos podrán contemplar por primera vez un trozo de acueducto romano en Lugo. Será en San Marcos, donde la reforma de la plaza sacó a la luz en la primavera pasada varios metros de canal.
El Concello acaba de contratar a la empresa Sanle los trabajos de musealización de los restos arqueológicos, que costarán casi 38.000 euros y, una vez arranquen, deberán estar terminados en el plazo de seis semanas.
La actuación fue diseñada por la empresa Tomos y supondrá la restauración y exposición de un tramo de acueducto de 13 metros de longitud y una anchura que oscila entre los 0,90 y 1,40 metros. La zona de intervención se encuentra en la parte más próxima a la Praza de Ferrol, a unos metros de la fachada de la Diputación.
Los restos hallados en primavera tiene, en realidad, dos niveles. El inferior es un muro corrido de opus caementicium -hormigón compuesto de un mortero de cal y arena con trozos irregulares de piedra- de época romana, cuya construcción se atribuye al siglo I después de Cristo. En esta zona se cree que el acueducto iba soterrado, ya que se encontraron dos pequeños drenajes y, en esta parte de la ciudad, el terreno es bastante elevado.
Reforma medievalEl muro romano mide 96 centímetros de ancho y 30 de alto y sobre él se asienta una estructura de pizarra unida con arcilla que los arqueólogos atribuyen a una reforma posterior, de en torno al siglo XII. Esta estructura es más ancha que la romana. Mide 1,47 metros y todo parece indicar que fue construida para aumentar el volumen hídrico del canal, ya que coincide con una época de expansión demográfica de la ciudad.
El estado de conservación de la base romana es mejor que el de la estructura medieval, por la mayor calidad constructiva. Por esta razón, y también para poder apreciar mejor la canalización original, se desmontará parte de la mampostería y los morteros del siglo XII.
En principio, el muro romano solo necesitará una limpieza. Si su estado de conservación lo admite, se lavará con agua mezclada con cloruro de benzalconio y esponja natural. Las lajas desprendidas se sujetarán con mortero de cal y árido silíceo. Para evaluar las condiciones de conservación, se realizarán cartografías de humedades y si los datos obtenidos con medidores electrónicos son llamativos se corroborarán con apósitos de pulpa de celusa empapados en agua desmineralizada.
Los restos se taparán con un vidrio transparente que se protejerá con barandillas. Para evitar condensaciones se instalará un sistema que inyectará aire a temperatura ambiente. La ventana llevará una iluminación tenue y un panel informativo al lado.
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