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domingo, 16 de octubre de 2011

Encuentran vestigios de domesticación de pollos en China hace 8.000 años


16-10-2011 / 15:10 h
Pekín, 16 oct (EFE).- Un grupo de arqueólogos ha encontrado en el norte de China restos fósiles de animales que indican la existencia de pollos domesticados hace 8.000 años, 4.000 antes de los más antiguos que se conocían hasta ahora en el mundo, informó hoy la agencia oficial china Xinhua.
Los expertos han desenterrado 116 fósiles que también incluyen otros animales como perros, cerdos, tortugas, peces y moluscos en el yacimiento neolítico de Cishan, situado en la ciudad de Wuan de la provincia de Hebei.
Algunos de los huesos hallados pertenecen a pollos domesticados que, según Qiao Dengyan, director del Instituto Municipal de Restos Culturales y Arqueología de Handan, son "ligeramente mayores que los de pollos salvajes, pero más pequeños que los domesticados actuales".
La mayoría de los huesos de ave pertenecen a machos, lo que según Qiao indica que ya en esa época se solía comer a estos animales mientras las gallinas eran mantenidas en corrales para dar huevos.
Hasta ahora, los vestigios más antiguos de pollos domesticados estaban situados en el valle del Indo (actual Pakistán), desde donde se considera que esta práctica se extendió hacia Occidente. EFE
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De aldea prehistórica a trinchera


ARRASATE-MONDRAGÓN


La excavación de Murugain desentierra restos de la Edad del Hierro y de la Guerra Civil. Hace 3.000 años Murugain pudo albergar el primer núcleo de población organizado del valle 

16.10.11 - 02:33 - 
De aldea prehistórica a trinchera
La estratégica cumbre de Murugain, desde cuyos 778 metros de altura se dominan los cursos fluviales del Deba y del Aramaio, ha despertado a lo largo de la historia el interés de distintos pobladores necesitados de un buen emplazamiento defensivo. Los últimos en guarnecerse en esta cima, hace tan solo 75 años, fueron los milicianos rojos del Batallón Dragones que desde octubre de 1936 a abril de 1937 contuvieron el avance de las tropas franquistas en su ofensiva hacia Bizkaia.
Los combatientes republicanos vieron favorecido su atrincheramiento mediante el aprovechamiento del trabajo previo de unos ocupantes anteriores. Los restos amurallados de un castro prehistórico y las trincheras de un conflicto bélico del siglo XX se dan así la mano sobre la cima de un monte que bien pudo albergar el primer núcleo de población de todo Debagoiena. Así lo aventuraba Armando Llanos, director del Instituto Alavés de Arqueología.
Este instituto y el Ayuntamiento de Aramaio han patrocinado las excavaciones que ahondado en la investigación del aún poco estudiado poblado fortificado de la Edad del Hierro que se erigía sobre la cima de Murugain tres mil años atrás.
También han permitido descubrir abundantes restos de cerámica, un molino de mano, varias piedras de afilar... e incluso un pavimento empedrado. Pruebas irrefutables de la existencia de un asentamiento humano estable y dotado de estructura social en una época en que sus vecinos más próximos pudieron haber sido los habitantes del poblado azkoitiarra de Munoandi.
El arqueólogo Etor Telleria advertía que «ambas aldeas eran de la mismo tipología» y no descartaba que sus pobladores «pudieran conocerse entre sí y mantener algún tipo de relación».
El director de las prospecciones arqueológicas de Murugain explicaba que «mil años antes de Cristo los núcleos de población aún se asentaban sobre las cimas. Hasta pasados más de 500 años no comenzaron a surgir los primeros asentamientos en los valles».
Se puede aventurar por tanto que el poblado de Murugain pudo ser el único núcleo humano organizado de su época en todo el Alto Deba. Es decir, que los primeros debagoiendarras habitaron este enclave situado geográficamente a caballo entre los actuales términos municipales de Aramaio, Aretxabaleta y Arrasate.
Las investigaciones de los arqueólogos de Ondare Babesa han contribuido a arrojar un poco de luz sobre lo que, en palabras de Etor Telleria, se trataba de un «pequeño poblado de chozas rodeado por una empalizada sustentada sobre un muro de piedra».
Desaparecido todo rastro de madera o vegetales, los únicos restos que se han preservado hasta nuestros días son las ruinas de ese amurallamiento perimetral. El equipo de arqueólogos encabezados Telleria ha seguido la pista a este muro que en algunos puntos alcanzaba los 300 metros de longitud. Fue «construido aprovechando los desniveles de la roca para levantar encima un zócalo a base de bloques de piedra caliza y rematando la obra con una empalizada de madera» explicaba Telleria.
Los extensos bosques que por entonces cubrían todo el territorio eran una fuente inagotable de madera tanto para erigir esta empalizada como para construir las chozas que poblaban la aldea.
La empalizada, según Telleria, tenía una finalidad defensiva frente a eventuales ataques de otros poblados tribales. Además mantenía alejados a los depredadores, sobre todo del ganado. La actividad agropecuaria y la caza sustentaban a esta comunidad cuyo número constituye una incógnita. El recinto amurallado de Murugain era relativamente pequeño - ocupaba unas 4,5 hectáreas- como consecuencia de la limitación de espacio y orografía para configurar la muralla perimetral.
El núcleo urbano estaba formado, aventura Telleria, por viviendas de características «muy simples» construidas mediante postes de madera que sustentaban una cubierta vegetal y unos muros de adobe y ramas. Sus dimensiones «rondaban los 30 metros cuadrados».
Telleria y su equipo de no han hallado sin embargo ningún resto de aquellas viviendas. Pero los aterrazamientos descubiertos para su edificación, el pavimento empedrado y los elementos cerámicos y de uso cotidiano desenterrados, dejan pocas dudas sobre la existencia de un asentamiento humano estable en Murugain. Una comunidad de pastores y labradores dotada de alguna estructura y jerarquía social como para construir y mantener un elemento de fortificación común.
Las excavaciones tampoco han sacado a la luz ningún resto óseo de aquellos seres que vivieron hace tres mil años en Murugain. Etor Telleria atribuía a la elevada humedad y acidez del terreno la ausencia de cualquier vestigio de la osamenta de las ovejas, cabras y vacas que aquellos prehistóricos pobladores criaban y consumían. Por otro lado, la incineración de cadáveres fue una práctica generalizada durante toda la Edad del Hierro.
El dominio de la metalurgia contribuyó a mejorar significativa la actividad agrícola de aquella comunidad. Las herramientas de hierro les permitieron acometer las primeras transformaciones del medio, despejando bosques para posibilitar los cultivos cerealísticos -trigo y centeno- así como la plantación de hortalizas en los campos colindantes al poblado. El suministro de agua se garantizaría mediante la construcción de pozos o aljibes para recoger el agua de lluvia, tal como se ha observado en otro poblado similar ubicado en Tolosa. También el dominio de la cerámica les permitiría fabricar recipientes para tal fin.
El origen étnico y el idioma de estos primitivos pobladores constituye hoy por hoy un enigma. Algunos investigadores apuntan a que en aquella época el euskara convivía con las lenguas celtíberas. A este respecto Luis Mitxelena planteaba en 1954 la hipótesis de que hubo un intercambio de grandes proporciones, con la lengua íbera como dadora por su superioridad cultural, y la vasca como receptora.
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El templo hallado en el futuro Parador no tiene parangón en el Mediterráneo



La última ocupación del edificio fue en época vándala, entre los siglos V, VI e incluso VII. A partir del siglo X empezó a desmontarse. El arqueólogo asegura que hasta que se excave el interior no se podrá concretar su origen ni su finalidad

Vista general del antiguo patio de la Casa del Gobernador, donde se aprecian las estructuras del templo.
Vista general del antiguo patio de la Casa del Gobernador, donde se aprecian las estructuras del templo.  VICENT MARÍ
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EUGENIO RODRÍGUEZ | IBIZA ­Algunas de las características del templo hallado en el antiguo patio de la Casa del Gobernador, en el Castillo, «no tienen paralelos en el Mediterráneo», según el director de las actuaciones arqueológicas, Marco Aurelio Esquembre, lo que convierte este yacimiento en un edificio «singular», a la espera de que se profundice en su estudio, sobre todo cuando se excave el interior de la estructura. Solo se han realizado tareas de limpieza de los muros desenterrados junto a la futura zona de recepción del Parador, pero, pese al interés mostrado por los arqueólogos, todavía no se ha excavado la parte central.

Las gradas de los laterales del templo resultan atípicas, ya que no se conocen casos similares en el Mediterráneo. Los únicos edificios que disponían de estas estructuras eran los templos griegos, pero según los arqueólogos no es el caso del hallado en Dalt Vila. Esquembre recuerda que los templos romanos tenían pódium (parte elevada), pero el de Dalt Vila no dispone de este elemento y sí de gradas. Solo los templos de época romana con influencias orientales o griegas contaban con gradas. Tampoco hay, por el momento, constancia de otros edificios con las mismos compartimentos internos.

La ampliación de la excavación, desarrollada en el exterior de la estructura, da «una visión más compleja» del yacimiento. Inicialmente los arqueólogos consideraban que se trataba de un templo romano, que, cronológicamente, se situaba entre el siglo I a.C. y el I d. C. Los expertos basaban esta idea en los restos cerámicos hallados en una esquina del templo.

Sin embargo, con el estudio parcial que se ha desarrollado hasta el momento, los arqueólogos solo pueden asegurar que el último momento de ocupación del edificio fue entre el siglo V, VI o incluso VII, durante la llamada época vándala. Y que su construcción no es anterior al siglo I a.C. y I d. C., en época romana. También se puede concluir, según los primeros estudios, que a partir del siglo X, durante la época islámica, el edificio ya estaba en desuso y empezó a desmontarse y emplear los materiales en otras construcciones.

La segunda parte de la excavación del exterior del templo (una superficie muy pequeña) ha puesto al descubierto una zona abierta muy bien marcada con un pavimento, que engloba las pilastras de la cabecera del edificio y una de las dos gradas halladas en los laterales.

Esquembre destaca «la importancia» del espacio público que se crea alrededor del edificio porque está pavimentado, incluso se incorporan determinadas conducciones de agua para evitar que se puedan producir charcos en este espacio. Por ello, el director de las excavación sostiene que el templo debía tener un uso civil o religioso. Además, hasta ahora no se ha detectado restos de ninguna otra construcción adosada a la estructura, otra muestra de que podría ser una edificio señero. El pavimento exterior data de los siglos V o VI, en época vándala. No se puede determinar qué uso podía tener este edificio en ese momento, ya que «no se conoce prácticamente nada del modo de vida del periodo cultural de la caída del Imperio Romano y los periodos de inestabilidad», lo que da a esta estructura «un interés científico». «Esta estructura es uno de los pocos edificios que podemos definir», añade.

El arqueólogo reconoce que un templo romano da «más caché», pero insiste en que «puede ser cualquier cosa», incluso una basílica, y que hasta que se excave por dentro no se podrá saber más.
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