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sábado, 15 de octubre de 2011

Expertos investigan principal santuario galaicorromano hallado hasta la fecha


15-10-2011 / 9:20: h
A Coruña, 15 oct (EFE).- La figura de una mujer tallada en piedra, conocida como A Moura, es el elemento central a partir del cual los antiguos pobladores galaicorromanos levantaron un santuario dedicado a la diosa Navia en el valle del río Mendo, en A Coruña.
Esta es la hipótesis con la que desde hace varios meses trabaja un equipo gallego de arqueólogos encabezados por Antón Malde.
El posible santuario, ubicado en un lugar conocido como Pena Furada, en el municipio de Coirós, "excede a cualquier cosa de este tipo en la Península Ibérica", incluidos los de Armea (Ourense) y Panoias (Portugal), ha afirmado Malde a Efe.
Delimitado con fosos y muros perimetrales, el santuario de Pena Furada fue cuidadosamente ordenado a partir de la imagen de A Moura, una figura femenina -con un sexo muy marcado- que vendría a representar a la diosa Navia, asociada a las aguas según algunos historiadores de la religión en la Edad del Hierro.
"Este santuario estaría en el valle entre los ríos Mendo y Mero. A 800 metros monte abajo se encuentra la iglesia de Santa Mariña de Lesa", ha explicado Malde.
Así, el culto pagano -para los romanos- a la diosa Navia podría haberse trasladado en época posterior a la iglesia de Santa Mariña, como ocurrió con otros muchos rituales galaicorromanos.
La figura de A Moura, orientada al oeste por lo que sólo es visible a partir del mediodía, ha sido tratada con mucho "respeto social", incluso con "temor", ha remarcado Malde.
Sólo así se explica que estudiosos que trabajaron en la zona, como Francisco Vales Villamarín o el ex director del Museo Arqueológico de A Coruña, Luis Monteagudo, desconocieran su existencia.
A Moura, cuyas características difieran de los petroglifos de la Edad de Bronce, está encuadrada en un altar rectangular de piedra regularizada al que se accede mediante unas escaleras y que cuenta además con una pila cuadrangular para la realización de ofrendas.
El santuario de Pena Furada, ha asegurado Malde, va mucho más allá de A Moura, ya que se trata de uno de los centros de culto estable más importantes de esta zona de Galicia.
"Existía un plan de monumentalización", ha subrayado.
De hecho, el santuario contaría con tres rudimentarias puertas talladas en piedra y alineadas en un eje de simetría norte-sur, elementos simbólicos -especialmente petroglifos- y restos de elementos constructivos como muros -sillerías- y tejas.
Se trataría, ha señalado Malde, de un santuario construido entre los siglos I y IV para la celebración de cultos a divinidades galaicorromanas, lo que vendría a desmontar la creencia romana de que los antiguos pobladores de Galicia eran ateos al carecer de centros de culto estable.
"Este santuario, situado al pie del monto de Gato, tenía una significación especial", ha concluido Malde. EFE
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pl/lm/jrs
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El reposo de un guerrero íbero

La Vila restaura un arma del siglo VI a. C., hallada en la tumba de un soldado de la élite ibérica primitiva


 
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Arqueología. Enterrado en la necrópolis de Casetes de La Vila Joiosa, vivió su particular reposo del guerrero un caballero íbero de la élite dominante, perteneciente a los albores de esa sociedad. Se fue a la tumba, como era tradición, con sus tesoros más preciados, sus armas y algunos objetos de lujo, que hoy se ponen en valor con una campaña de restauración.

B. GARCÍA 
Más de 2.600 años han pasado para que las armas y los objetos más preciados de un guerrero íbero del siglo VI a. C., uno de los primeros de la sociedad ibérica que se asentó en La Vila Joiosa, vuelvan a cobrar valor. Han pasado de ser los instrumentos de defensa y de riqueza, que otorgaban estatus al caballero, a ser un tesoro arqueológico de la sociedad vilera y alicantina, tras un largo y laborioso proceso de restauración que comenzó hace una década con las excavaciones de la necrópolis de Casetes y que culmina ahora con la reconstrucción de algunas de las armas y objetos más antiguos hallados en los yacimientos vileros.
Una de las piezas clave es un "soliferreum", una lanza de 1,80 metros de longitud que se construía de una sola pieza, y que los servicios arqueológicos han restaurado para devolverle su aspecto original. Al menos el que tenía cuando fue enterrada junto a los restos del caballero que la portó, pues está doblada y deformada, como era tradición hacer con los objetos que se introducían en las tumbas, "de modo que murieran con sus dueños legítimos y con el fin también de evitar expolios", según explicó el arqueólogo municipal, Antonio Espinosa, por lo que es habitual encontrar reliquias rotas e inutilizadas a conciencia.
El "soliferreum" restaurado era armamento de un sólo uso. Se usaba antes del combate cuerpo a cuerpo, cuando el guerrero se iba aproximando a su enemigo, lo lanzaba con el propósito de atravesarlo y herirlo de muerte o, al menos, de inutilizar sus defensas, tratando de clavarlo en su escudo para obligarle a soltarlo por no poder maniobrar.
La pieza se extrajo del yacimiento en la misma posición y ha permanecido en un entorno libre de humedad hasta su restauración. Varias de las reliquias se hallaron soldadas entre sí por la acción del tiempo, "en concreto el "soliferreum", un "pilum" (punta de lanza arrojadiza) y un magnífico broche de cinturón de guerrero de bronce, decorado con una lámina de plata repujada", explicó el edil de Patrimonio Histórico, Pepe Lloret. Esto ha jugado en favor de la conservación de una de ellas, gracias al fenómeno conocido como "pila seca", por el que, al unirse dos metales, se produce una corriente eléctrica que desvía o atrae más la corrosión hacia uno de ellos. En este caso, el "soliferreum" se ha "sacrificado" para conservar en perfecto estado el broche, que, de hecho, "será una de las 30 piezas clave del nuevo Museo de la Vila", indicó.
Para separar las piezas entre sí ha sido necesario usar pequeños discos diamantados. A partir de ahí, un laborioso proceso de restauración las ha sacado de nuevo a la luz tras su largo reposo. Comienzan ahora una nueva vida, lejos de la del caballero, miembro de la clase social dominante y privilegiada que les dio valor entonces y del que siempre quedarán sus huellas. Prueba de ello es la misma empuñadura del "soliferreum" ahora rescatado, más deteriorada que el resto de la pieza, por las sales del sudor de la mano del guerrero, que la empuñó hace veintisiete siglos. 
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